AD10S

Adios_MaradonaLuego de los ríos de tinta vertidos con motivo de la muerte del Diego, agregar una líneas más desde el ‘rincón de las ollas’ puede aparecer desde inútil pasando por soberbio y hasta de mal gusto. En efecto, no soy ni médico, ni abogado, ni periodista, ni comunicador social, ni comentarista deportivo … ni nada que me dé un ápice de autoridad para participar del ejército de ‘opinólogos’  que se han desplegado en estos días.

Soy simplemente un ciudadano de a pie, con alma futbolera, que lo amó y admiró como tantos otros y hoy quiero hablar no de su muerte – que en última instancia es una circunstancia privada por la cual más temprano o más tarde todos hemos de pasar – sino de su velorio, ese sí un evento público – tanto más cuanto más pública haya sido la figura de quien acaba de morir.

La costumbre que atraviesa todas las culturas de envolver la muerte en algún tipo de ceremonia de honrar o recordar al difunto probablemente tenga que ver con nuestra capacidad de abstracción, de poder imaginar nuestro propio pasaje del ser al no-ser que sabemos cierto e inevitable.

Si la figura es pública – difícilmente alguien pondrá esto en duda en el caso de DAM – probablemente sea ‘justo’ (no se me ocurre un término más descriptivo, aunque no refleja exactamente mi pensamiento) que la ceremonia de despedida también lo sea. Si bien Diego siempre lo negó; se consideraba a sí mismo ‘popular’ que – según su propia consideración – es bien distinto de ‘publico’.

Dejando de lado tal diferenciación (que para mí es nada sutil), el transformar la despedida del ídolo popular en una suerte de ‘espectáculo mediático’, sin un ápice de consideración por las consecuencias de todo tipo que traerá cada uno de los cursos de acción posibles es – creo yo – definidamente perverso. Y doblemente si quienes lo hacen son justamente aquellos en quienes hemos delegado la responsabilidad de velar por el bien común. En criollo y al mejor estilo maradoniano: ¿ Quién nos cuida de los que nos cuidan ?

Que los gobernantes intenten apegarse al prestigio de un ídolo popular es casi, casi normal. Importándoles poco y nada si con ese gesto dañan más aún a los millones que realmente la están sufriendo. Lo que estos crápulas ignoran – y aclaro expresamente que no me refiero a ESTE gobierno en particular sino a todos los que apenas terminado el recuento de los votos pasan a considerarse patrones de estancia o señores del feudo en vez de ‘servidores públicos’ que es para lo que fueron elegidos – lo que ignoran, repito, que el prestigio no destiñe; que mañana los pueblos los verán tan o más miserables, avaros y angurrientos que el día anterior.

Diego – y aquí mi sentido homenaje – fue un genio no solo de la pelota. También en no someterse jamás a los poderosos. Que por cierto se desesperaban por aparecer en la foto junto a él. Y por tener la palabra y el gesto justo para desnudar sus miserias. Seriamente decía de sí que había nacido en un ‘barrio privado’. Privado de luz, gas, cloacas, agua corriente y asfalto. Colmado de admiración, honores y también de dinero, nunca olvidó sus orígenes. Se me ocurren unos cuantos que deberían aprender de él.

De nuestros ‘muertos ilustres’, y cito de memoria a Yrigoyen, Gardel, Evita, el Che, Alfonsín, Sandro, Néstor, sólo el último fue velado en la Casa de Gobierno. Si Diego lo merecía no lo sé ni me corresponde opinar … lo que sí sé es que la multitud que se esperaba para darle su último adiós era un número que se escribe con 6 ceros. O sea, para tener una imagen gráfica, 10 plazas de mayo abarrotadas de gente apretujada hombro con hombro. O bien la 9 de Julio incluyendo las laterales Carlos Pellegrini y Cerrito igualmente colmadas desde Plaza Constitución hasta la Avenida Santa Fe. En época de DISPO o ASPO la superficie requerida (distancia interpersonal de 2 metros) debe multiplicarse por 20. Palabra de ingeniero y de profesor de la UBA y UnDef.

Tomando prestado ahora un cálculo del Ing. Walter Cipriano, el que debería poder resolver cualquier alumno de 3er año del secundario, con mínimos conocimientos de física y regla de tres simple,  resulta:

  1. El velatorio iba a durar 10 horas
  2. La concurrencia esperada era de 1.000.000 de personas
  3. Lo anterior nos lleva a una circulación de 100.000 personas por hora o bien de 28 personas por segundo (con un aceptable redondeo desde que las personas se cuentan sin decimales)
  4. Teniendo en cuenta la distancia interpersonal prescripta por la pandemia de 2 metros, estas 28 personas se extenderían a lo largo de 2 x 28 = 56 metros.
  5. Para desplazarse 56 metros por segundo la fila tendría que avanzar a razón de 56 x 60 metros por minuto = 3,36 Km / minuto. O bien 3,36 x 60 = 201,6 Kilómetros por hora

La última vez que me moví por tierra a esa velocidad fue hace 24 años en Japón viajando en el Shinkansen (tren bala ).

En conclusión, que los responsables de organizar este evento no hayan sido capaces de realizar este cálculo elemental es bastante preocupante. Uno de mis profesores-maestros decía que es mucho más fácil tratar con un canalla que con un idiota. Puede ser. Si así fuera, creo que deberían ponerse límites. Especialmente cuando los candidatos al título están al timón del barco que me lleva de pasajero (ni siquiera de tripulante).

Agregando que los tales genios, visto el dislate que armaron, no tuvieron mejor idea que recurrir a la vieja receta de echarle la culpa al otro. Empezando por el administrador del edificio vecino (léase el gobierno de la CABA) y siguiendo por la familia del difunto que seguramente poco tuvo que ver en la decisión. Y si los familiares lo consintieron – bueno: probablemente no estaban en óptimas condiciones emocionales de tomar una decisión medida. Pero ante todo no estaban en un lugar de responsabilidad por el bien común, que es donde los ciudadanos pusimos a los gobernantes. Pagándoles sus suculentos emolumentos.

Por último, y pensando a futuro, me resulta más que preocupante que estos mismos genios sean los que livianamente deciden la vacunación obligatoria utilizando fármacos cuyos efectos secundarios son hasta ahora desconocidos. Tanto que los laboratorios fabricantes exigen ser liberados de todo reclamo ulterior. Soy de la generación de los sobrevivientes de la Talidomida ¿ aquello no fue suficiente ?

Jenner, Pasteur comenzaron probando sus vacunas en sus propios cuerpos. No para medir la efectividad sino para asegurar(se) que no hubiera efectos secundarios adversos. En criollo maradoniano: que no fuera peor el remedio que la enfermedad. San Martín cargaba al frente de sus hombres. Moreno desafiaba a los poderosos negándose a protegerse con custodios a los que como secretario de la Junta tenía derecho. Colón se embarcó junto con el centenar de malandras buscando las Indias. Todos ellos pusieron el cuerpo, su propio cuerpo, en riesgo antes que permitir que lo corrieran otros.

Pretender que los que se postularon y fueron elegidos para cuidar del bien común actúen de la misma manera es lo mínimo exigible. Imponerle al otro que corra riesgos que uno mismo no está dispuesto a asumir es de miserable y cobarde. Diría el Diego.