La noticia de la semana fue el lanzamiento del cohete Falcon Heavy, duplicando la capacidad de carga de sus predecesores, a un costo de 1/3 de los competidores más cercanos y con buena parte de sus componentes diseñados para su re-utilización. Esto último no es un dato menor, habida cuenta que vivimos una época en que todo se diseña para ser desechado … incluyendo componentes ocultos que deterioran intencionalmente la funcionalidad con el fin de ‘convencer’ al usuario de las bondades del nuevo modelo …
No participaré de la discusión y valoración de público o privado que inmediatamente apareció a partir de que se trataría del primer emprendimiento privado de exploración espacial. La afirmación es discutible … sí parece cierto que los inicios de la conquista del cosmos fueron motorizados por gobiernos y estados, empezando por los EEUU y la (ex) URSS. Pero en mi opinión ello se debió únicamente a que a) ningún particular podía disponer de tamaños recursos y b) el riesgo de fracaso era enorme. De hecho a lo largo de la historia y hasta entrado el siglo 20 TODOS los grandes emprendimientos fueron emprendimientos privados … solo impulsados y ‘bendecidos’ por los gobiernos y estados. Colón tuvo que procurarse las carabelas de los hermanos Pinzón por sí, solo respaldado por títulos y honores, amén de un leve ‘apriete’ de la corona de Castilla: los hermanos habían omitido el pago de algún impuesto. Nada que ver con lo que ocurre hoy día …
Volviendo al tema del cohete, el objetivo declarado es … llegar a Marte. Y pronto … digamos dentro de una década. Proyecto audaz, si los hay, con mi cuota de asombro por el hecho de que casi 50 años después de pisar suelo lunar, renace de sus cenizas el interés por la exploración espacial.
Con esto de que en 48 años solo fuimos un par de veces (exactamente 6 de 1969 a 1972) y luego SE decidió (las mayúsculas son porque odio las frases impersonales) suspender la exploración lunar directa, desde siempre sentí intensa curiosidad. Agrupando las respuestas que recogí a lo largo de 45 años, resultan estas dos: a) Se (otra vez lo impersonal) determinó que allí no hay nada interesante que justifique el gasto y b) En realidad nunca llegamos … solo fue una producción hollywoodense para ‘mojarle la oreja’ a los rusos en plena guerra fría después que estos habían logrado poner al primer ser humano en órbita (y traerlo de vuelta vivo, que es la parte más interesante de la historia). Que años después Yuri Gagarin siguiera laburando de piloto de pruebas y se pusiera una avioneta de sombrero es otra de las paradojas históricas: A veces es más peligroso cruzar la calle que escalar el Everest.
Si bien la teoría conspirativa renguea por el lado de la dificultad para mantener el secreto (mal que bien deberían haber participado unos cuantos actores y ‘extras’ en tamaña puesta en escena), la otra sería un caso único en la historia humana. El plazo habitual entre lograr lo casi imposible y la ‘naturalización’ (como diría Pichón Riviére) es de unas 3 décadas. 30 años desde que Colón (y acompañantes) llegó a América hasta el establecimiento de una suerte de ‘autopista marítima’ con 4 carriles por mano entre España y América. 30 desde que Gutemberg imprimió la primera biblia hasta que cada pueblo tenía su imprenta. 30 desde los experimentos de Jenner hasta tener prácticamente erradicada la viruela en Europa. Tal vez tenga algo que ver con el recambio generacional.
De todas maneras, que 45 años después no hayamos vuelto, ni lo hayamos intentado siquiera, no deja de ser extraño. Y que ahora renazca el interés, y no por ir a la Luna sino a Marte, más aún. No puedo dejar de pensar que estas re-iniciativas tienen que ver con la perspectiva, la posibilidad cierta, de que nuestro planeta se vuelva inhabitable. Sea porque cada vez hay más señores de la guerra con un botón de destrucción total al alcance de su mano (amén de abrigar justificadas dudas acerca del nivel de cordura y responsabilidad de varios de ellos), o bien por el mantenimiento y expansión de las actividades que a cambio de beneficios inmediatos (por añadidura desparejamente distribuidos) dañan y destruyen irreparablemente el único medio ambiente que tenemos. Ya en notas anteriores nos referimos al tema del calentamiento global y las consecuencias visibles hasta este momento (fenómenos meteorológicos extremos, desertificación, inundaciones, etc).
El prepararse para emigrar a otro planeta puede apuntar a que (unos pocos) puedan escapar del holocausto que se estaría avecinando. Todavía falta un trecho que recorrer … los ingenieros – además de variopintos otros defectos – somos maniáticos del cálculo: para un ida y vuelta a Marte de 5 personas en un año se necesitarían llevar unas 15 toneladas de oxígeno, amén de otras provisiones necesarias para mantener el sustrato biológico sobre el que se asienta la conciencia humana. Las 64 toneladas de carga útil del Falcon Heavy aparecen como un poco insuficientes. Pero bueno, es una posible ruta de escape.
El otro ‘rajemos’ se está preparando mucho más silenciosamente, pasando por reconocer el hecho de que lo biológico como sustrato soporte de la conciencia parece adolecer de tantísimos inconvenientes. La infraestructura material requerida para mantener un organismo vivo fuera de su hábitat natural es sin duda significativa. Sin ir más lejos, para llevar y traer a nuestros 5 expedicionarios (unos 350 kilos) seguramente la capacidad de carga 200 veces mayor resultará insuficiente.
La adecuación a un entorno cambiante ocurre predominantemente a nivel de especie, no del individuo. Las leyes de la selección natural exterminan prematuramente al sujeto insuficientemente adaptado permitiendo solo la sobrevida (e incrementando consiguientemente las oportunidades reproductivas) del mejor adecuado al nicho ecológico espacio-temporal. La infancia extremadamente larga de los humanos, de un 15 a 25 % de la expectativa de vida, es otro ejemplo de lo que son los pactos fáusticos en la naturaleza: La postura erecta exige caderas estrechas; en cambio un cerebro grande capaz de abstracciones un cráneo de dimensiones generosas que a su vez exige una pelvis acorde. Consecuencia es que nacemos prematuramente y buena parte de la maduración ocurre ya nacidos.
Imaginar que la conciencia pueda tener un asiento no biológico no es, hoy, una entelequia. De hecho hace ya décadas que no hay forma de que un humano le gane a una máquina en juegos de planeamiento estratégico (ajedrez, damas, go, reversi, etc). Pero ahora resulta que ya hay software que bate al humano en juegos donde interviene tanto el azar como la ‘desmentida de la percepción’ pichoniana. En otras palabras, ya hay computadoras que mienten mejor que los humanos. Al que le interese conocer detalles del experimento reciente que me contacte por privado.
En la misma línea, también ya hay experiencias decisivas del accionar mecanismos con la ‘fuerza’ de la mente. De allí a accionar la mente mediante mecanismos hay un solo (y pequeño) paso. Pero esta es otra historia … ya Orwell (1984) y Huxley (Un mundo feliz) se dedicaron al asunto, y a otro nivel.
A lo que vamos es a la segunda alternativa de ‘rajemos’ que hoy está en marcha: pasar la conciencia (probablemente de algunos pocos que puedan afrontarlo) de la actual base biológica a una material. Si ello ocurre, probablemente 7500 millones de seres humanos se vuelvan supernumerarios. Lo cual sería una pena … la vida en diversidad es, pese a ciertas dificultades, bastante divertida. Pero lo peor – en mi opinión – es que de un plumazo desaparecerá la innovación, que es hija – justamente – de la diversidad y de la imperfección de los mecanismos reproductivos biológicos.
Ambas perspectivas fueron delineadas, hace bastante más de medio siglo, por el genial Isaac Asimov. En lo personal lo que más me impresiona en las varias (re)lecturas de toda su obra es el hecho de que que ni los robots (a veces humanoides) ni los humanos – repartidos por toda la Galaxia luego de 20000 años de contínua emigración – parecen ser siquiera remotamente felices. Ignoro si la felicidad es un valor mensurable y menos transable. Sin embargo sí lo es para mí. Y para varios que conozco. Creo y propongo que sigamos haciendo al menos alguito para que nuestro pequeño mundo siga siendo vivible. Con eso asegurado, salgamos a conquistar el espacio, ya no como huida sino como desafío. Que es lo que los humanos venimos haciendo desde siempre: enfrentar los desafíos, superarlos o sucumbir en el intento.
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